El 14 de febrero de 1994, hace exactamente 15 años, salió a la venta el número uno de la revista
El Chahuistle. Esta revista, editada por Editorial Posada y dirigida por los caricaturistas Rius, el Fisgón y Helguera, continuaba la tradición de las revistas de humor crítico en México, y tenía su antecedente directo en
La Garrapata, cuyas tres épocas se editaron en los años sesentas, setentas y ochentas.
Poco después, el caricaturista Patricio se unió a la lista de directores de
El Chahuistle, y a casi un año de su publicación, yo entré a hacer mis pininos en esto de la caricatura política.
Después de diversos problemas con la editorial –entre los cuales se contaba el hecho de que se hubieran apropiado de los derechos del nombre de la revista–, decidimos continuar con nuestro proyecto bajo otro sello editorial: Grijalbo. Al vernos impedidos de seguir usando el nombre de
El Chahuistle, decidimos buscar uno nuevo para nuestra flamante publicación.
Así fue como, en febrero de 1996, salió a la venta el número uno de
El Chamuco y los hijos del Averno.

El editorial del primer número decía:
Cada vez que un funcionario habla, se quema un poco y se expande por los aires un olor a chamusquina, a chamusco, a chamuco. El sistema ya huele a chamuco. Es decir, apesta a mil demonios, pero ya sólo hay demonios muy menores. A pesar de que estudiaron en Harvard y Yale, Interlingua y las Academias Patrulla, estos pestilentes enviados de Satanás están chamacos. Son los chamucos que, como diría Cri Cri, son pocos, pero son un demonial.
Bien los retrata José Guadalupe Posada en el dibujo que adoptamos como logotipo: tienen un trinche en la mano, cuernos de buey, cara que hace juego, una pata de cabra, otra de gallo y la otra metida en el presupuesto. Y una larga cola con un pico atrás. Resumiendo, son unos verdaderos hijos del Averno.
Hay chamucos mayores, mediano, menores y roques villanuevas. Todos huelen a azufre y sacamos en conclusión que, todos estos pobres diablos enriquecidos, se pueden ir, muy pronto, por lo más pando del Averno.
Para dar fe de este suceso, e inspirados en nuestros guías espirituales –Stalin, Kim Il Sung, Enver Hoxha, Luis Pazos y Migiel Ángel Cornejo–, un grupo de chamucos independientes, coaligados en una ONG, hemos decidido sacar a ala luz pública, esta revista ortodoxa, dogmática, cuadrada y catorcenal, con hartos monos, peros sin rascahuele, para la mayor gloria de Dios.
Y así, durante cuatro años, hicimos como pudimos –con un muy pequeño equipo de colaboradores–, una revista de 32 páginas, con hartos monos y mucha mala leche.
En julio de 2000, nos tomamos un descanso, por la única razón de que ya estábamos muy cansados. Algunos de los chamucos se pusieron a hacer chamacos –otros sólo practicamos con ahínco–, y el descanso se alargó durante todo el sexenio de Fox. ¿Para qué intentar hacer parodia y sátira política, si ya en Los Pinos nos llevaban mucha ventaja?
En febrero de 2007, después del retroceso que significó el fraude electoral, y el hecho de que la derecha mantuviera –
haiga sido como
haiga sido, es decir, a la mala– el poder, decidimos sacar al chamuco del Averno y ponerlo nuevamente en circulación.

Y toda esta historia para invitarlos este jueves 26 de febrero a que nos acompañen a celebrar los 15 años de
El Chahuistle, los 13 años de el número uno de
El Chamuco, y los dos años del regreso de
El Chamuco. La cita es a las 19:00 horas en el Museo de Culturas Populares, ubicado en Av. Hidalgo 289, en Coyoacán. La entrada es libre.
Allá nos vemos.