jueves, 28 de febrero de 2008

AND THE WINNER IS...

El intento que más me gustó, por adivinar al personaje, fue la teoría de que se trataba de El Fisgón a los 85 años. Por las cejas y el pelo cano podría ser, pero la nariz de El Fis es totalmente distinta.

Si hubiera dicho que se trataba de un cineasta norteamericano, hubiera sido demasiado fácil. Estaba a punto de dar una pista menos reveladora –que había nacido en Nueva York–, cuando Beto Panzas dio en el clavo. Poco después, Jacinto también le atinó.

Efectivamente, se trata de Martin Scorsese.



Les pido a Beto Panzas y a Jacinto que me escriban a hernandez@jornada.com.mx para que, a vuelta de correo electrónico, les haga llegar el bonito obsequio. Se quedó un tercer lugar pendiente, pero me gustó el jueguito, así que haremos otros. ¿De acuerdo?

martes, 26 de febrero de 2008

ADIVINANZA

Anoche empecé este dibujo.



Después de trazar y antes de acuarelear, tuve mis dudas sobre el parecido. ¿Qué mejor que consultarlo con los tres lectores de mi blog tamaño carta?
¿Quién es este personaje?
Las primeras tres personas que lo identifiquen se harán acreedoras de un bonito obsequio.

lunes, 25 de febrero de 2008

AVISO OPORTUNO

Recuerdo, de niño –tendría yo nueve o diez años–, haber leído en un ejemplar de "Los Agachados" de Rius, un pequeño anuncio del propio Rius en el que solicitaba a sus lectores que le ayudaran a conseguir cierto tipo de plumilla que él utilizaba para hacer sus historietas. Plumilla que había estado tratando de conseguir sin éxito.

Treinta años después, al terminar una presentación de El Chamuco, a la cual Rius no asistió, un señor del público me abordó y me pidió un favor. –Hace tiempo, Rius andaba buscando una plumilla–, me dijo el señor. –Parece que era muy difícil de encontrar. No sé si todavía le sirva al señor Rius, pero aquí se la traigo. Ojalá usted se la pudiera hacer llegar...

No sé si todavía le sirviera a Rius, pero treinta años después, yo se la hice llegar.


Me llegaron algunos comentarios a este blog tamaño carta, sorprendidos de que hiciera mis cartones con bolígrafo. Créanme que es una técnica muy eficaz.
Después de estar trabajando con mi pluma BIC punto mediano, descubrí que para trazar era más efectiva la pluma de punto fino –esa amarilla de tapa negra–. Después, comencé a buscar bolígrafos de colores para hacer dibujos a colores. Con sorpresa, no encontré más que plumas azules (horribles), rojas y verdes. De hecho, encontré esa extraña pluma de cuatro tintas que parece de película de ciencia ficción de los setenta.



Pero, para hacer una caricatura a color de alguien, necesitaba naranjas, cafés, ocres, de perdida un rosita. Lo único que encontré fueron estuches con decenas de plumas a color, pero con gel, las cuales no sirven para nada.
Yo pensaba encontrar en Hiper Lumen un enorme estuche a todo lujo de bolígrafos chingonsísimos de todos los colores de marca europea.
Nada.
Una vez, paseando por un mercadito sobre ruedas en una calle de Lagos de Moreno, encontré, en un puesto de chácharas en el suelo, un estuchito de plástico viejo con diez plumas de colores bastante chafitas. Una verdadera pica en Flandes.
Ya con mi estuche nuevo entre las manos, hice mi primer ejercicio con plumas de colores. Y en lugar de dibujar a un personaje que valiera la pena (un retrato de mi novia, o a John Lennon, o a Tin Tan..., o ya de perdis a Armando Casas), dibujé a ¡Francisco Gil Díaz!



Días después me di tiempo para hacer un dibujo más satisfactorio, un apunte de George Harrison.



Las plumas son muy chafas y, después de usarlas un poco, empiezan a soltar unos pequeños grumos de tinta que se empastan a la hora de trazar, pero es lo único que he encontrado.

Si alguien entre los lectores sabe de algunos bolígrafos de color que sean de buena calidad, le agradeceré mucho que me lo haga saber.
Aunque se tarde treinta años.

martes, 19 de febrero de 2008

EL GORDO Y EL FLACO



Una de las maravillosas características del humor, es que nos permite enfrentar situaciones particularmente difíciles. Es uno de los mejores liberadores de tensión.
Cuentan que, en su lecho de muerte, Oscar Wilde, acostumbrado a una vida de lujos y glamour, observó el sucio y raído tapiz que adornaba la pared de la habitación donde agonizaba, y señalándolo, advirtió: –O se va ese tapiz, o me voy yo...–

El Gordo y el Flaco –Oliver Hardy y Stan Laurel– son una de las parejas más memorables en la historia –incluso más humorística que los mismísimos Vicente y Martita–. Poco antes de morir, en 1965, Stan Laurel dictó su propio epitafio: "Si en mi funeral, alguien está triste, no volveré a dirigirle la palabra..."

jueves, 14 de febrero de 2008

EDWARD SOREL

Uno de mis caricaturistas favoritos es Edward Sorel.
Sorel, nacido en Nueva York en 1929, y fundador junto con Milton Glaser y Seymour Chwast, de Push Pin Studios, es un extraordinario caricaturista e ilustrador. Ha publicado en revistas como Times, Squire y The Village Voice. Lo que más me llama la atención de Sorel es su trazo tan suelto y libre. Para muestra, este Woody Allen:



Como siempre ando queriendo fusilarme a los caricaturistas que más me gustan, empecé a hacer caricaturas tratando de imitar ese trazo. Primero hacía un dibujo muy sencillo a lápiz y luego, con un estilógrafo de punto muy fino, hacía miles de líneas, según yo muy sueltas, hasta terminar el dibujo.

Este no muy afortunado Eric Clapton es de esa época.



Revisando con más cuidado los dibujos de Sorel, me pareció que no trazaba a lápiz antes de entintar. Así que, ni tardo, pero sí perezoso, me puse a dibujar directamente con la tinta. Poco después, vi unos dibujos de El Fisgón hechos con bolígrafo y me gustaron mucho. Descubrí que el bolígrafo daba muchísimas más calidades de línea que el estilógrafo.
Así que ahora, cada que puedo, hago mis cartones con bolígrafo, directamente sobre el papel, sin hacer un trazo previo a lápiz.





Corre uno el riesgo de equivocarse y ya no poder borrar, como el caso de la mano de Cuauhtémoc en mi cartón de hoy.



Seguramente trabajar con bolígrafo es una pésima idea, y dentro de 50 años todos los cartones hechos con mi pluma BIC –que no sabe fallar– se habrán borrado irremediablemente. Ya no estaré aquí para lamentarlo.
A mí me gusta la técnica. Y, además, después de algunos años de tratar de fusilarme el estilo suelto y libre de Edward Sorel, he logrado el trazo rígido y duro propio de mis dibujos.

Por eso creo que el estilo es simplemente no poder hacer las cosas de otra manera.

sábado, 9 de febrero de 2008

LA FRAGILIDAD DEL EGO

Hace un par de semanas, en la sección "Mono Sapiens" de la revista Proceso, Helguera y yo hicimos una visita virtual por la historia de México, pero tal y como la contarían los panistas, los cristeros y los neoliberales. El anfitrión de este viaje era Enrique Krauze, de modo que la sección comenzaba así:



Pues resulta que el señor Krauze se ofendió y envió una carta a Proceso para quejarse de que lo hubiera caricaturizado. La carta de Krauze dice:

Señor director:
En el Excélsior ilegítimo de Díaz Redondo se publicaban caricaturas infamantes contra mí, por ser un defensor sin cortapisas de Julio Scherer y Proceso. Ahora es Proceso quien publica caricaturas infamantes en mi contra, pero los motivos son menos claros. En su caricatura del 27 de enero de 2008, Hernández me pinta como productor de infomerciales, defensor de los
cristeros y enemigo de la expropiación petrolera de 1938. Quizá haya que recordarle que el movimiento estudiantil de 68 y la matanza de Tlatelolco aparecieron por primera vez en televisión en un documental de México Siglo XX. Quizá deba recordarle el programa sobre periodismo en el que resaltamos el papel de Proceso en la transición democrática. Quizá convenga recordarle que Salvador Abascal escribió un libro entero contra mi versión liberal de la historia. Y quizá convenga sugerirle la lectura de mis encomios al régimen y la figura de Lázaro Cárdenas en Biografía del poder y en otros ensayos.
Pero, pensándolo bien, no vale la pena recordarle nada. Hernández se ha especializado en refutar a las personas, no por sus ideas o sus obras, sino por su corta estatura física. Y ésa –convendrá usted, señor director– no es una crítica válida.
Atentamente
Enrique Krauze

Al principio, pensé contestarle con una caricatura, pero como la sección "Mono Sapiens" es idea, hechura y responsabilidad de dos moneros, Helguera y yo, y a pesar de que Krauze, groseramente, pasó este dato por alto, decidimos que ambos debíamos responder.
Ésta fue nuestra respuesta:

Señor director:
Salta a la vista que a Enrique Krauze le molesta muchísimo que los caricaturistas de la sección Mono Sapiens ejerzamos nuestro trabajo, es decir, que caricaturicemos a personajes públicos con base en su actuación o comportamiento públicos. Pero pretende reducirlo todo a la exageración física –propia del género de la caricatura– y deja de lado lo fundamental:
la crítica hacia sus planteamientos políticos recientes.
Krauze hace justamente lo que reprueba: al no estar de acuerdo, descalifica. Y, más aún, algunas de sus descalificaciones tienen trascendencia política. Por ejemplo, el autor de Por una democracia sin adjetivos (1986), hace unos dos años escribió un artículo donde utilizó varios adjetivos discriminatorios –empezando por el título, “El Mesías Tropical”– que fueron de suma utilidad para la campaña de odio de la derecha –heredera de Salvador Abascal–, que contaminó irremediablemente la elección
de 2006.
Por lo que se refiere al hecho de que él señaló la responsabilidad de Díaz Ordaz en la matanza de Tlatelolco y resaltó la labor de Proceso en la “transición democrática”, consideramos que para un historiador hubiera sido el colmo hacer lo contrario o ignorar tales realidades. Y en cuanto al encomio que, en Biografía del poder, hace del presidente mexicano que expropió el petróleo, no es para nada congruente con la postura de reducir a “xenofobia” los cuestionamientos a la designación de Juan Camilo Mouriño como secretario de Gobernación. No sólo por soslayar tramposamente la dudosa legalidad de ese nombramiento, sino también por el conflicto de intereses que representa la circunstancia de que el miembro de una familia dedicada a los negocios con hidrocarburos ocupe dicho cargo y sea el principal promotor de la privatización del sector.
Las caricaturas no son infamantes. Lo que quita la fama y la honra son las acciones y palabras de cada quien. Por ejemplo, hace unos meses Krauze escribió:
En cuanto a los representantes del F.A.P. que coreaban el servil estribillo “Es un honor estar con Obrador”, mi opinión franca es ésta: han vuelto a ser “la medida de la miseria humana”.
No deja de llamar la atención que, quien ahora se llama infamado, registre, con adjetivos, tal muestra de desprecio hacia la gente que no comparte sus posiciones.
Atentamente
Helguera y Hernández

El hecho de que, en su carta, Krauze sólo se haya dirigido a mí, a pesar de que claramente la sección la firmamos dos caricaturistas, revela que lo que le molestó fue verse representado en una caricatura grotesca y exagerada, como son, por definición, las caricaturas. Qué pena con él.
Y, así como mañosamente desvía la atención de lo fundamental en el nombramiento de Mouriño con el argumento de la xenofobia, ahora desvía el debate de sus posiciones políticas con la superficialidad de unos rasgos caricaturizados, y descalifica mi trabajo, asegurando que lo único que retrato son los rasgos físicos y no los morales.

¿Qué pretende Krauze al reclamarle a Proceso? ¿Que yo deje de hacer mi trabajo? ¿Que no vuelva a hacer caricaturas de ninguna figura pública? ¿O que sólo deje de hacer caricaturas de él? ¿Que me corran de Proceso? ¿Cree que no puede ser criticado ni con el pétalo de una plumilla?

Hasta dónde puede llegar alguien con su soberbia y su desprecio hacia la gente, que le sea tan difícil mirarse en el espejo de una caricatura.

NO SE LO MERECEN

Más de una vez, Carlos Monsiváis me ha comentado que los retratos que hacemos caricaturistas como Helguera y yo, de políticos muy menores en posiciones muy mayores, son un desperdicio. Le parece que, en la mayoría de las veces, el retrato caricatural es superior al retratado y, de esta manera, nuetros cartones no pueden evitar ser homenajes.
Mi amigo Armando Casas piensa lo mismo, y le molesta que yo pase horas dibujando a, por ejemplo, Vicente Fox, y nunca haya hecho una caricatura de, por ejemplo, Armando Casas.

Los últimos días me los pasé dibujando a Juan Camilo Mouriño y me di cuenta que, tanto Armando como Monsiváis, tienen razón. No se lo merecen. El problema es que, cuando aparece un personaje nuevo, cuesta trabajo encontrarle sus rasgos más caricaturizables, y hay que dibujarlos una y otra vez, y deformarlos de una y mil maneras. Y sólo así, serán idénticos a sí mismos.
Como prueba, aquí están, la primera caricatura que hice de Fox en 1996, y una de las más recientes hecha hace poco más de un mes.







Al paso de los años, Los bigotes de Fox crecieron y menguaron, la nariz se le hizo enorme y la hebilla y las botas desaparecieron, la papada se le hizo grande y el cerebro se le hizo chico. Lo único que no varió de tamaño y, sobre todo, de dinamismo, fue su lengua.
Con Claderón, los cambios en su caricatura también se dieron, aunque en un lapso más corto. En tiempo record empequeñeció hasta tener la estatura moral con la que aparece en mis cartones. Básicamente la diferencia entre Fox y Calderón es un ahorro significativo en el uso de la tinta china para dibujarlos.


Espero encontrar pronto una caricatura de Mouriño que lo retrate fielmente. Por lo pronto aquí está una de las que estuve trabajando esta semana y que forma parte de mi colaboración para el número 142 de El Chamuco.



sábado, 2 de febrero de 2008

LA PORTADA DE EL CHAMUCO

Con el próximo número de El Chamuco, el 142, cumplimos ya un año de esta nueva época. Me tocó hacer la portada y, para variar, me compliqué la vida haciendo una ilustración con varios retratos.
Estos son los primeros trazos de la portada que, me temo, va a irse complicando mucho más...








Y aquí están, finalmente, los tres alegres compadres –no están todos los que son, pero no hubieran cabido en una portada–, con sus piernas listas para que Juan Camilo Querendón se las agarre... políticamente hablando.