RADIOHEAD, WATCHMEN Y LOS ESTADOS ALTERADOS DE LA CONCIENCIA

Recuerdo que, cuando iba en el primer semestre de la carrera de Artes Visuales, en la ENAP, mi maestro de Educación Visual, Luis René Alba, al verme dibujar, me dijo: "Tú nunca vas a tener problema para encontrar trabajo".

No sé si tenía en mente los grandes lienzos o murales (que nunca pinté), o los monos y caricaturas (que suelo pergeñar). O tal vez pensó que mi espectro laboral podía ir desde caricaturista de la Alameda o dibujante publicitario, hasta retratista hablado de la policía o estoribordista de comerciales.

Lo cierto es que, afortunadamente, no le faltó razón, y me dio la bendición para, hasta la fecha, haber podido ir encontrando trabajo haciendo lo que más me gusta: dibujar.

Y es que, además de ser una actividad fascinante –mediante la cual puede uno acceder a un estado alterado de la conciencia al activar el hemisferio derecho del cerebro–, también me ha permitido lograr cosas que, de otra manera, no hubiera conseguido jamás.

Como ir al concierto de Radiohead.

Por primera vez en mi vida, acudí a un concierto con una libreta y un par de lápices en mano para, entre decenas de fanáticos de Thom Yorke y sus muchachos, intentar, como pudiera, dibujar unos torpes apuntes que, ni remotamente, lograron captar la esencia del concierto. Fue la primera vez. Ojalá tenga más oportunidades de repetir el ejercicio, esperando lograr, entonces, algo mucho mejor que esto:















Lilián dice que me odia, porque obtuve un pase gratis al concierto, mientras que ella tuvo que desembolsar una cantidad obscena de subvaluados pesos mexicanos para poder asistir.

Y yo creo que sí me odia, porque, después de casi tres horas de proyección de algo llamado "Watchmen", ella –verdadera experta en la materia–, me recetó tres horas más de una cátedra sobre la novela gráfica de Alan Moore, llena de datos sorprendentemente ociosos y ociosamente sorprendentes.

Tanto así, que no tuvimos más remedio que idear una bonita parodia para el próximo número de El Chamuco –no el de este domingo, sino el siguiente–.



Hasta dónde me ha llevado el amor por el dibujo.